El poder terapéutico del arte es un conocimiento que llega a nosotros, desde la antigua Grecia, donde se tenía la perspectiva de que los aspectos científicos, filosóficos y espirituales de la experiencia humana no estaban separados, esta visión holística de la realidad. El primero en plantear esto fue Aristóteles, quien, en el libro de la Metafísica, ideó la expresión “el arte de la medicina”, y clasificó al conocimiento en Ciencia, Experiencia y Arte. Y planteaba que “la ciencia busca el conocimiento por la mera curiosidad innata del ser humano, mientras que el arte busca una utilidad al nuevo conocimiento tal como curar ciertas enfermedades”.
Pero la vida es un devenir y después de haber vivido siglos fraccionándolo todo, ha llegado el momento de integrar de nuevo los conocimientos para poder descubrir y aprender a utilizar de los recursos que cada persona tiene para trascender sus dificultades y conseguir la felicidad.
Por eso, podemos decir que el poder sanador de las artes, cuentan con una tradición conjunta muy antigua y está presente en todas las culturas, permitiendo expresar ideas, emociones, percepciones y sensaciones. Y es que la fuerza creativa está ligada a la vida misma, y como un río buscando su cauce, busca su camino de expresión atravesando obstáculos y conflictos.
Las artes pueden hacer que se rompan nuestros esquemas perceptivos y mentales, abrir posibilidades, romper con lo imposible, y nos invita a recorrer lo desconocido hasta llegar a lo anhelado. Nos impulsa, excita el deseo, la emoción, la admiración, nos moviliza, estimula la reflexión, que es el camino a las virtudes, que son el camino a la generosidad y la inspiración.